viernes, 22 de octubre de 2010
Ecología Profunda
La ecología profunda http://es.wikipedia.org/wiki/Ecologismo_profundo es una rama reciente de la filosofía ecológica que considera a la humanidad parte de su entorno, proponiendo cambios culturales, políticos, sociales y económicos para lograr una convivencia armónica entre los seres humanos y el resto de seres vivos.
La ecología profunda tiene como premisa una integración total de la persona-en-naturaleza. No está ni por encima ni fuera de la naturaleza. Por la misma razón, también cuestiona fuertemente las grandes decisiones político-económicas, siendo muchos de sus adherentes personas que se perfilan en grupos políticos de propuestas.
El concepto fue desarrollado más tarde por Bill Devall y George Sessions al publicar en 1985 el libro Deep Ecology. Otro autor que está integrado en esta corriente es Fritjof Capra .
] La ecología profunda y los movimientos ambientales
Los movimientos ambientales modernos incluyen una diversidad de filosofías fundamentales. Todos ellos plantean críticas al modelo industrial de nuestra sociedad, considerado parcial o totalmente responsable de la crisis ecológica que hoy padecemos. La ecología profunda es uno de los movimientos que más radicalmente se opone al actual modelo. Las voces del ecologismo son múltiples y entre ellas podemos encontrar:- Los conservacionistas y preservacionistas, que están basados en una visión antropocéntrica. El ambiente y la naturaleza debe ser usado y protegido al mismo tiempo. Para esta corriente, la naturaleza no tiene derechos más allá de que sirve los intereses de los seres humanos.
- Ecología social y Ecofeminismo, están relacionados con demandas propias del siglo XX, en el período llamado posmodernismo Solucionarían los conflictos ambientales conciliando los conflictos en las relaciones humanas.
- Ecología reformista, es la lucha contra la contaminación y la disminución o desaparición de recursos bajo un enfoque pragmático. En algunos simpatizantes, se le ve incluso como una oportunidad de mercado para el capitalismo.
] Origen y posiciones ideológicas
La frase ecología profunda fue acuñada en 1973 por Arne Næss, como un término teórico, pero se transformó posteriormente en un movimiento.[1] Para Naess son puntos centrales:- El ser humano en armonía con el medio; no por encima, sobre o fuera de éste.
- La igualdad Biocéntrica; todas las cosas naturales, los ecosistemas, la vida, etc., tienen derecho a existir. Independiente de su grado de autodeterminación.
- Derecho a la diversidad cultural.
La ecología profunda tiene como premisa una integración total de la persona-en-naturaleza. No está ni por encima ni fuera de la naturaleza. Por la misma razón, también cuestiona fuertemente las grandes decisiones político-económicas, siendo muchos de sus adherentes personas que se perfilan en grupos políticos de propuestas.
El concepto fue desarrollado más tarde por Bill Devall y George Sessions al publicar en 1985 el libro Deep Ecology. Otro autor que está integrado en esta corriente es Fritjof Capra .
Nuevo Paradigma
Para Fritjof Capra la ecología profunda hace parte del nuevo paradigma, de una visión holística del mundo, en la que se pasa de la concepción del universo como máquina, a verlo como una red de relaciones, lo que implica pensamiento sistémico para su comprensión.[2]La fertilización in vitro respeta plenamente la vida humana y debe ser legal
tomado de la nacion el 15-10-10
Felipe Mora Bermúdez Doctor en biología celular y molecular del Laboratorio Europeo de Biología Molecular (EMBL) y de la Universidad de Heidelberg, Alemania. Investigador en neurogenesis embrionaria del Instituto Max-Planck de Biología Celular y Genética (MPI-CBG, Alemania) y de la Organización Europea de Biología Molecular (EMBO). Premio Nacional de Ciencia 2007. mora@mpi-cbg.de 07:48 a.m. 14/10/2010
La fertilización in vitro ha adquirido mucha actualidad en nuestro país. Su prohibición se ganó la fuerte crítica de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, e implica una probable condena vinculante de la Corte homónima. Además, el biólogo Robert Edwards acaba merecidamente de recibir el Premio Nobel por su desarrollo. Ahora bien, el argumento principal de quienes aún se oponen a ella es que el óvulo, al ser fertilizado y volverse embrión, se convierte en un ser humano y debe ser protegido como tal. Esta afirmación, a pesar de ser repetida con frecuencia, no es correcta. Es biológicamente incompleta, pero lo es también desde una perspectiva humanista. El desarrollo prenatal resulta de la combinación de más que solo las dos mitades genéticas materna y paterna. Falta una parte esencial, una tercera mitad.
Contribución ambiental. Esa tercera mitad es la contribución ambiental materna in utero. Su paso clave inicial es la implantación del embrión en el endometrio, que permitirá una conexión con el sistema circulatorio materno a través de la placenta. Un embrión puede tener el potencial génico para llegar a convertirse en un ser humano, pero le falta el irremplazable potencial del ambiente materno. Por lo tanto, otorgarle el carácter de ser humano a un embrión sin implantar equivale a degradar al ser humano a su mínimo denominador génico, a un puñado de cromosomas.
Ninguna de “las tres mitades”, los genes maternos, los paternos y el ambiente materno, puede, bajo ningún pretexto, dejarse fuera de la gran ecuación del desarrollo que culmina en un ser humano. Cualquier combinación de solo dos de ellas daría el mismo resultado final: nada.
Debe mencionarse que toda célula u organismo depende del ambiente para conseguir nutrientes. Sin embargo, la dependencia del embrión va más allá. Este requiere, además, señales maternas específicas que ayuden a sus genes a desplegar su potencial.
El aporte materno no termina entonces con las materias primas, como nutrientes y oxígeno. Está también el aporte de las señales bioquímicas, como las hormonas y factores de crecimiento, enzimas metabólicas e incluso neurotransmisores. Estas señales pueden actuar directamente sobre tejidos y células, o por cascadas de señalización. Llegan incluso a modificar la expresión de los genes embrionarios, por ejemplo: a través de factores de transcripción y señales epigenéticas.
Esta dicotomía entre materiales y señales puede compararse a la que existe entre un albañil con su material de construcción y un arquitecto. Ambos son indispensables para desarrollar los planos. Siguiendo esta metáfora, el aporte ambiental materno participa de ambos, el diseño y la construcción prenatal.
Si se intentara incubar un embrión con todos los nutrientes posibles, pero sin la conexión materna, no surgiría una vida humana. Lo mismo pasaría al incubar un óvulo, o un espermatozoide. Esto se explica porque las diferencias entre tener un óvulo separado del espermatozoide y tenerlo fertilizado son pocas: los cromosomas paternos entran al óvulo, se yuxtaponen a los maternos y se da un número pequeño y limitado de divisiones y movimientos celulares. La fertilización es vital, pero como un paso más en una cadena de pasos prenatales vitales. Durante la mayoría de ellos, el embrión es indivisible de la madre en la que se implantó. No puede existir como entidad única y su probabilidad de supervivencia fuera de, específicamente, el ambiente uterino, es igual a cero. Postular a la fertilización como el surgimiento de una nueva vida es arbitrario e incorrecto.
Papel degradante. Esa postulación menosprecia también el papel de la madre durante el desarrollo in utero. La degrada a ser simple portadora y, cuando mucho, proveedora de material de construcción. Si bien esto es muy decepcionante, no es de extrañar que aún suceda en nuestro país. Es en sociedades y grupos machistas donde mejor prospera este tipo de ideas tan limitadas, dogmáticas y, posiblemente, maliciosas.
Esto no hace más comprensible que ese menosprecio siga hasta en los más altos niveles de los tres poderes del estado, incluso cuando la presencia de mujeres es, hoy más que nunca, tan notoria. Es necesario, y apremiante, que los poderes se independicen de dogmas religiosos y tomen finalmente en consideración una definición del ser humano que no sea basada en su mínima reducción cromosómica.
Debe agregarse que esos cromosomas embrionarios son idénticos a los presentes en casi cualquier otra núcleo del cuerpo. Estos pueden también cultivarse y hasta reprogramarse in vitro, pero no por eso son una vida humana. Las diferencias claves, una vez más, no son génicas, son del entorno y sus señales bioquímicas y epigenéticas, ¡como las del ambiente uterino materno!
La pregunta que seguirá es: ¿a partir de cuando puede hablarse de una vida humana? Una respuesta definitiva sigue siendo difícil. Una discusión seria al respecto deberá incluir muchos otros aspectos de la biología del desarrollo y neurobiología. Deberá además incluir aspectos filosóficos y humanistas, dentro de un marco objetivo, no dogmático, que considere al ser humano como un organismo consciente. Tal discusión fundamental va más allá del alcance de un modesto artículo. Sin embargo, los argumentos aquí planteados ofrecen un punto de partida para una discusión más coherente. Ese punto de partida es la implantación exitosa del embrión en el endometrio materno. El embrión puede ahí empezar a sumar su potencial génico con el potencial ambiental materno. Solo esa suma permitirá llegar a un ser humano.
En este debate el término ‘concepción’ aparece a menudo, pero con varios significados: fertilización, implantación o la suma de ambos. La Real Academia lo define como el embarazo, que es equivalente a la implantación. No obstante, para evitar ambiguedad, es mejor utilizar los términos técnicos fertilización o implantación.
La fertilización in vitro respeta plenamente la vida humana y debe ser legal, ya que trabaja solamente con embriones sin implantar. Estos deben ser pocos, para minimizar posibles riesgos a la salud, pero suficientes para elevar razonablemente la probabilidad de embarazo en un mínimo de intentos.
Riesgos de la FIV. Los riesgos a la salud, mencionados también por mi estimado colega don Alejandro Leal (La Nación, Debate, 12/10/2010), merecen atención; pero esto es así con cualquier otro tratamiento médico. Como lo planteó el destacado obstetra don Gerardo Escalante (La Nación, Debate, 12/10/2010), los riesgos pueden minimizarse sin tener que prohibir esta o cualquier otra técnica médica efectiva. Los millones de niños sanos nacidos de fertilizaciones in vitro son testimonio vivo de esto.
Es usual que surjan además los típicos argumentos de autoridad, o aquellos basados en diversos dogmas ideológicos o religiosos, o incluso los ataques ad hominem. Sin embargo, faltan los argumentos científicos de peso sobre el inicio de la vida humana que justifiquen prohibir esta técnica, o limitarla tanto que sea prácticamente una prohibición.
Una fertilización in vitro realizada de manera responsable, aun cuando no llegue a implantar todos los embriones, encaja bien y realza los principios de derecho y protección a la vida y familia de nuestra sociedad, de nuestra Constitución y de los derechos humanos.
Esta técnica debe ser cuidadosamente supervisada y ejecutada por especialistas, pero debe seguir llevando vida y alegría a muchas familias costarricenses que así lo elijan, aunque no tengan los recursos para recibir el tratamiento en el exterior.
La literatura refleja las concepciones ideológicas sobre la naturaleza americana
Publicado: Antonio Elio Brailovsky|
Autor: Antonio Elio Brailovsk:
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Tal vez haya sido Shakespeare quien desarrolló con mayor elocuencia el argumento de la inferioridad del hombre americano para justificar la conquista y la apropiación de los recursos naturales de este continente. En “La Tempestad”, el viejo Will pone a Próspero, un príncipe italiano, como conquistador de la isla en la que habita Calibán[i]. Calibán (es decir, caribe, caníbal) es un ser monstruoso, a quien el invasor quita su isla y esclaviza. Calibán lamenta su triste suerte y llora su libertad perdida, mientras que la obra lo muestra con tales características de inhumanidad que la esclavización se presenta como un acto de estricta justicia. Lo mismo ocurre con los recursos naturales de la isla, que no tendrían utilidad alguna en manos de un ser tan bestial[ii].En la misma línea, a mediados del siglo XIX, el argentino Sarmiento retoma las ideas de determinismo geográfico desarrolladas por Montesquieu en “El espíritu de las leyes” y las aplica a la región pampeana[iii]. Define como civilización a la cultura urbana europea y enfrenta al hombre de Buenos Aires, que imita las costumbres francesas, con los del interior rural, a los que califica de bárbaros. Podemos considerarlo como una obra a mitad de camino entre el ensayo y la novela. Su mensaje es una convocatoria a la epopeya de europeizar el país, que es el proyecto de la mayor parte de las clases dominantes latinoamericanas entre la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX.
Las tierras inexplotadas se califican como bárbaras, indómitas, salvajes. De ellas sólo puede venir lo ominoso. Arturo Uslar Pietri apoya su novela más conocida en la invasión de Boves con seis mil lanzas llaneras[iv]. Esta vez, en revancha, los bárbaros son realistas. La suya es una intensa descripción del terror que causa en todas las poblaciones esa situación en la cual la barbarie llanera se sale de sus límites naturales. Sólo un hombre excepcional como Simón Bolívar podrá detenerlos y aquí la civilización está en las ideas republicanas, como surge de la descripción de los personajes de esa ideología.
Hacia fines del siglo XIX, las grandes potencias se reparten el mundo. El capitalismo ingresa en su etapa superior, el imperialismo. Al ritmo de la industrialización creciente, el mundo entero pasa a ser mercado o fuente de materias primas. Buena parte de la ciencia y la literatura producidas en ese período están al servicio de ese proyecto. Darwin desarrolla argumentos científicos que le permitan explicar un orden jerárquico entre los seres humanos, semejante al que encuentra en las especies animales y vegetales. El conjunto de los seres vivientes tendrán que ser dominados por quien ocupa la escala superior en la evolución: el inglés victoriano.
El auge de los libros de viajes (reales o de ficción) tiene mucho que ver con este momento histórico: se trata de libros didácticos, que procuran demostrar con innumerables ejemplos, la inferioridad de los seres humanos que habitan la periferia y su incapacidad para gestionar los recursos naturales que poseen. El mensaje ideológico que subyace es la necesidad de poner al servicio de la Humanidad, es decir, de la industria europea, esos recursos naturales que los salvajes de la periferia desaprovechan. Las clases cultas de los países del Sur son ávidos consumidores de este tipo de literatura, donde encuentran un compendio de instrucciones sobre cómo volverse civilizados.
Encontramos este mensaje en una obra paradigmática de este período: “El Soberbio Orinoco”, de Julio Verne[v]. La obra narra un viaje hacia las fuentes del Orinoco en busca de un militar francés que huyó hacia un territorio remoto. Pero también podemos leerla como un viaje iniciático desde la civilización hacia la barbarie para volver a encontrarse con la civilización al final del camino. El que Verne rechazara el racismo esclavista no lo libra de una concepción paternalista en el uso de los recursos naturales, que termina justificando los proyectos imperiales. “El Soberbio Orinoco” es una obra que explica los motivos por los cuales los recursos naturales de Venezuela estarían mejor administrados por los europeos que por los venezolanos. A mismo tiempo, el vínculo con Europa es lo que los salvará del atraso. Veamos la secuencia, ya que es posible leer las diferentes etapas de este mensaje en el mismo orden en el que se desarrolla el argumento. El autor comienza hablando del comercio, para después ir mucho más allá del comercio.
Para hacer posible este comercio, es necesario integrar a la cultura occidental a las tribus que habitan esas regiones. “(Tarea difícil) sobre todo, cuando se trata de gobernar, de civilizar, de convertir al catolicismo, de regenerar, en una palabra, a los más salvajes indios sedentarios que vagan por los territorios del sudoeste: a esos guaharibos, pobres seres que ocupan el último grado en la escala humana”. Para el autor, se trata de una obra de humanidad en un sentido estrictamente literal, ya que sólo los europeos pueden de otorgar a los indígenas la propia condición humana. Por eso menciona a “aquellos indios, convertidos en hombres por la abnegación de un misionero".
Sin embargo, no todos los indios parecen aptos para ser objeto de esta obra humanitaria. El autor contrasta a los quivas, calificados como salvajes violentos con los guaharibos, descriptos “como seres míseros, de corta estatura, débiles, cobardes y poco temibles, en suma”. Los guaharibos pueden ser civilizados, mientras que con respecto a la otra tribu, se afirma que: “puesto que el congreso ha votado la destrucción de estos quivas, sería bueno poner manos a la obra en seguida”. Nada de esto es exclusivo de Venezuela. Unos años antes, en Argentina, Sarmiento recomendaba no ahorrar sangre de gauchos, y el general Roca emprendía el exterminio de las tribus patagónicas. Los argumentos son semejantes: la Patagonia era un desierto, dominado por tribus ajenas a la civilización y sus recursos naturales permanecían inexplotados. La voz de orden era “La Conquista del Desierto”, lo que llevó a exterminar a los indios y reemplazarlos por ovejas criadas en grandes estancias, muchas de ellas, de dueños ingleses.
El despoblamiento del Orinoco y la incapacidad de las tribus locales de poner en valor sus recursos naturales son los argumentos análogos de la obra de Verne. Los viajeros encuentran comarcas muy extensas cuyos recursos naturales se desaprovechan. “Aquella parte de la sierra estaba erizada de árboles seculares destinados a morir de viejos, pues el hacha de un leñador no iría jamás a echarles por tierra en tan lejanas regiones”. Los guaharibos se presentan como seres infrahumanos, que no tienen ninguna capacidad de adaptación al ambiente en el que habitan desde hace siglos. “Eran miserables salvajes a los que no había llegado el aliento de la civilización. Apenas si tenían algunas cabañas para albergarse; harapos de corteza para cubrir sus cuerpos. Vivian de raíces, de los frutas de las palmeras y de hormigas, sin que supieran extraer el cazabe de la yuca, que constituye la base de la alimentación del Centro de América. Parecían estar en el último grado de la escala humana, y eran de pequeña estatura, delgados, con el estómago prominente, propio de los geófagos, y, en efecto, durante el invierno se veían reducidos a alimentarse con tierra ".
Veamos el contraste con este medio natural magnífico, que estos hombres parecen incapaces de utilizar y que un solo francés logra transformar. “El sitio era hermoso: el suelo, de asombrosa fertilidad y lleno de los árboles más útiles, entre otros esas marlmas cuya corteza forma una especie de fieltro natural, bananos, plátanos, cafetales, que se cubren a la sombra de los grandes árboles de flores rojas, caucho, cacaos, y además campos de caña de azúcar y zarzaparrilla, plantaciones de ese tabaco del que se saca el "cura nigra" para el consumo local, y el "cura seca", mezclado con salitre, para la exportación; tonkas, cuyas babas son muy buscadas; sarrapias, cuyas vainas sirven como drogas. Un poco de trabajo, y aquellos campos iban a producir en abundancia raíces de yuca, cañas de azúcar y maíz, que da cuatro cosechas al año con cerca de 400 granos por cada uno sembrado. El suelo de esta comarca poseía tan maravillosa fertilidad porque estaba aún virgen. Nada se había gastado de su poder”.
Y en medio de esto, una frase reveladora, dejada caer de una manera casi casual: “Allí se vertían las primeras aguas de la sierra Parima por la garganta en cuyo fondo un atrevido explorador había enarbolado el pabellón de Francia el 13 de diciembre de 1856”. ¿Qué tenía que hacer la bandera francesa en ese lugar? Sin duda, la obra de civilización desarrollada a lo largo de toda la novela.
Una de las respuestas más sugestivas a los mensajes de Verne y de Sarmiento lo encontramos en “Doña Bárbara”[vi]. Allí Rómulo Gallegos plantea que no es necesario traer a los europeos para civilizar el continente, sino que podrán hacerlo los propios americanos. “Si yo me hubiera encontrado en mi camino con hombres como usted, otra sería mi historia”, le dice Doña Bárbara a Santos Luzardo. Lo que equivale a decir que otra sería la historia de Venezuela y de sus recursos naturales si estuviera gobernada por hombres como Gallegos en vez del dictador Juan Vicente Gómez.
La influencia de Sarmiento sobre Gallegos es conocida[vii]. Desde el título mismo, su obra parece una continuación del “Facundo” escrita un siglo más tarde. Por eso lo toma en el punto en el que lo deja Sarmiento, en el de la necesidad de una conquista violenta: “Es necesario matar al centauro que todos los llaneros llevamos dentro”. Y más adelante: “Yo te aseguro que existe. Lo he oído relinchar. Y no solamente aquí: allá en Caracas, también. Cien años lleva galopando por esta tierra y pasarán otros cien”.
En todo momento, encontramos la sombra de Sarmiento, con un siglo de retraso. Sarmiento recorre las provincias argentinas preguntando cuántos hombres usan frac, y opone el frac europeo al poncho criollo como símbolos y manifestaciones de ambas formas de la condición humana. En la novela de Gallegos, Santos Luzardo se propone civilizar a Marisela. Para eso, le diseña vestidos apropiados y, muy especialmente, le enseña a hablar. Es, decir, la convence de abandonar los modos dialectales del Llano para adoptar los de Caracas. Nos aproximamos a los civilizados hablando y vistiéndonos como aquellos que lo son.
A lo largo de la novela, Santos Luzardo trabajará para amansar al centauro, no para matarlo. “Ya tenía pues, una verdadera obra propia de un civilizador: hacer introducir en las leyes del Llano la obligación de la cerca. El hilo de los alambrados, la línea recta del hombre dentro de la línea curva de la Naturaleza, demarcaría la tierra de los innumerables caminos, por donde hace tiempo se pierden, rumbeando, las esperanzas errantes, uno sólo y derecho hacia el porvenir”. Sarmiento sueña con la navegación de los ríos de su país a mediados del siglo XIX, Gallegos sueña con el alambrado y el ferrocarril en el Llano, a mediados del siglo XX. ¿Por qué ese siglo de diferencia entre ambos soñadores? Las respuestas tienen que ver con las formas de ocupación del territorio y de utilización de los recursos naturales. Argentina pone la Pampa en producción a fines del siglo XIX y la transforma en el eje de desarrollo de un país agroexportador. Venezuela adopta en cambio, un modelo petrolero y posterga indefinidamente el desarrollo del Llano. El mensaje de Rómulo Gallegos aún espera a quienes lo lleven a la práctica.
Extracto del libro "Historia Ecológica de Iberoamérica: de la Independencia a la Globalización"
Notas:
[i] Shakespeare, William: “La Tempestad”, Madrid, Aguilar, 1952.
[ii] Fernández Retamar, Roberto: “Sobre los usos de civilización y barbarie”.
[iii] Sarmiento, Domingo Faustino: “Facundo o civilización y barbarie”, Buenos Aires, EUDEBA, 1960.
[iv] Uslar Pietri, Arturo: “Las lanzas coloradas”, Madrid, Austral, 1954.
[v] Verne, Julio: “El Soberbio Orinoco”, Buenos Aires, Editorial Losada, 1944.
[vi] Gallegos, Rómulo: “Doña Bárbara”, Madrid, Espasa-Calpe, 1990.
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